La Pedagogia
del Silencio
En nuestro sistema educativo, salvo las
excepciones, nosotros estamos acostumbrados a exigir silencio, gritamos pidiendo
silencio y algo que es mucho peor: amenazamos a los estudiantes para lograr ese
silencio tan necesario para dar una clase. La eterna lucha cotidiana entre
docentes y estudiantes desgasta, provoca el roce, la agresión mutua.
Lamentablemente,
a través de semejantes métodos, el silencio que se logra es forzado, no surge
desde la comprensión, entonces nunca podrá existir una verdadera comunicación.
Se torna prácticamente imposible educar desde mentes que se encuentran
perturbadas por el caos que funciona dentro de un aula.
La
revelación ocurre cuando comenzamos a mostrar el valor del silencio desde la
práctica con los estudiantes. La enseñanza del silencio en la educación es una
herramienta poderosa para elevar el crecimiento interior del grupo.
El
silencio, la meditación, la actitud contemplativa es el comienzo de la
sabiduría. Y,
cuando los estudiantes prueban el sabor del silencio, abren mundos de infinitas
posibilidades, se contactan con una realidad interna de búsqueda,nace la
reflexión, surgen cuestionamientos,
aparece la comunión entre docentes y estudiantes desde el uso de la
inteligencia. Se enciende la llama que, una vez prendida, no se apaga jamás.
El silencio dentro del aula engendra una
energía refrescante, renovadora. Los estudiantes experimentan sensaciones
profundas, a cada uno se les revelarán misterios que sólo desde ese lugar puede
indagarse. Se mueven resortes invisibles, llega el autoconocimiento, el cerebro
funciona desde otra frecuencia, surge la observación de sus planos emocionales,
mentales y espirituales. Los estudiantes dejan de ser sólo un examen y una nota
numérica para aprobar el año.
Como dije anteriormente, el silencio es el comienzo de la sabiduría. Al movernos desde ese espacio aparece el amor. La sabiduría es amor. Un sistema educativo basado en esta premisa fundamental, eleva e inspira a los alumnos para que comiencen a estudiar, porque les prende la llama del conocimiento, ya no lo hacen por una simple nota para aprobar una determinada materia. Estudian porque es una cuestión de crecimiento personal. Nadie les impone nada. El docente sólo será su guía.
Nosotros, como parte de una sociedad que se encuentra bastante complicada en diferentes niveles, tenemos que asumir el compromiso de transformarnos y así lograrlo con la educación. El cambio comienza por uno mismo. Al crecer como seres humanos, lo haremos hacia una vida en mayor equilibrio. Realidad que no se ve reflejada en el sistema educativo actual.
Es importante aprender matemáticas, indagar sobre la historia, saber de geografía, comprender la literatura y demás materias que se imparten en las escuelas, pero si nos quedamos trabajando desde esa porción, nuestra enseñanza será incompleta.
La práctica cotidiana del silencio no sólo transformará a los estudiantes, también lo hará con los docentes porque ellos se encuentran en la misma realidad. Elevará el nivel del pensamiento del aula, acrecentará la comprensión emocional y dará equilibrio en la parte espiritual.
En tantos años de experiencias de silencio en diferentes escuelas y universidades de América del Sur, he comprobado la necesidad imperiosa que tiene la educación por un atisbo de paz. Estudiantes y docentes se encuentran en el mismo barco. Durante las meditaciones he visto toda clase de reacciones. Se presentaron algunos casos de llanto donde los adolescentes manifestaban sus angustias, intentos de suicidio, problemas familiares, y muchos expresaban la sensación de paz que los abarcaba. ¿Nos ocupamos de estos niños y adolescentes o sólo nos interesa aprobar y aplazar sus exámenes?
Tenemos una ardua tarea si queremos educar - además de ingenieros, médicos o arquitectos, por nombrar algunas profesiones -a verdaderos seres humanos que puedan enfrentarse al sistema con herramientas poderosas que surgirán del conocimiento propio. La práctica del silencio es uno de los caminos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario